domingo, 5 de julio de 2015

reconciliar el olvido...

y sentir el presente... anticipando el futuro: el bosquejo de la incertidumbre que se resiste al orden aleatorio de los acontecimientos. 

El ayer se desvanece al cerrarse los laberintos abiertos a través del curso de los caminos trazados. Cada vez que tomamos una dirección hacia una meta definida, paralelamente se abren, en nuestra memoria, trayectos ya recorridos. Estos laberintos pueden entorpecer el rumbo fijo que emprendimos, así como, son los mismos en los que encontramos muchas de las claves para descifrar los nuevos mapas con los que necesitamos navegar. No necesariamente somos conscientes de tales brújulas, mismas que conservamos en nuestro inconsciente. A mayor inmediatez en nuestros pasos, más corta es la distancia entre la ruta del laberinto y la ruta hacia el futuro. A mayores buenos recuerdos (y estables emociones en nuestro desarrollo de vida), más imperceptible es el lado negativo de nuestras nuevas experiencias. Esta es la razón por la cual, para algunas personas, lo más sencillo puede sernos lo más difícil, y para otras, lo más difícil sernos, de manera desconcertante, naturalmente sencillo. 

A veces, la velocidad acelerada de nuestra comprensión puede revertirse en un lento camino en la resolución. Y esto tiene una explicación física. Es como si en un abrir y cerrar de ojos llegáramos a la meta y luego tuviéramos que volver a recorrer el camino de regreso para iniciar de nuevo el movimiento resolutivo, resistiéndonos a su consecución, precisamente, porque es un momento ya experimentado. Y esta toma de conciencia llena de limitaciones el camino. En más de una circunstancia nos acompaña el absurdo de tal movimiento replicado. En cambio, a menor velocidad para comprender las conclusiones, tenemos más probabilidad de concatenar el camino de la resolución paso a paso, de acuerdo con un tiempo previsto. De ahí que, llegada cierta edad, seamos más capaces de ciertos propósitos, que antes parecían imposibles, en correspondencia con la imposibilidad que nos impone aquello que siendo más jóvenes nos era loable lograr. 

En el primer caso, se cumple el ideal de sintetizar la teoría y la praxis sin la mediación de la conciencia. En el segundo caso, la disociación entre la teoría y la praxis es lo que nos permite recorrer una sola vez el camino y siempre como si fuera la primera vez. Sin el agotamiento del movimiento replicado. Lo primero es un arte que se adquiere ante el dominio de lo segundo. En el primer caso, la libertad se ha logrado. En el segundo, nos aferramos a la edificación de las enajenaciones de la conciencia. Y es ante tal esclavitud que el alma libre reprocha ser sometida a la crueldad del absurdo. De tal frustración nace el carácter sublime del sentido del humor y lo ridículo, y con más ahínco, el deleite glorioso de las bellas artes. De otro modo, el hastío y la nausea colmarían nuestras vidas.

En nuestros tiempos, la contemplación se confunde con lo inútil, olvidando que en ella se encarna nuestro carácter divino. 


Y tú... ¿cuánto esfuerzo inviertes en desacelerar la velocidad de tu mente?




Mágicas y contemplativas
tortugas...
feliz domingo
de buena fortuna.



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