jueves, 4 de septiembre de 2014

unidades de un tiempo expansivo...

Escribir es el don de habitar otros tiempos y viajar a través de dimensiones paralelas, sin perderse en el vacío de los territorios de la imaginación, de ahí su esfuerzo. Es un tiempo expansivo, que puede llevar y traer pensamientos como si todo concurriese en un mismo presente, al mismo tiempo que detiene el sendero de nuestro futuro bajo un cifrado horizonte de interpretación. Las letras dan cuenta de nuestro peculiar modo ser humanos: sentir, pensar, hablar y escribir. Ser una voz que puede ser nombrada como propia. Una palabra que puede permanecer a través de un universo en el que nada permanece quieto ni por un instante.


"Las nubes 
señalan 
con sus mutaciones leves
el tiempo,
o lo detienen
ante nuestro asombro."
Alaíde Foppa (fragmento)


Las frecuencias que conforman el medio ambiente dan lugar a distintas e independientes realidades. Estos son los tiempos compartidos por todos (más allá de la "hermeneútica"), a partir de los cuales, cada experiencia que tenemos se cifra, ahora sí, bajo nuestra interpretación propia. En la unidad de tiempo que se expande gracias a nuestro actuar. Un pensamiento, una palabra, un solo gesto, conforman un acto de nuestra voluntad, e implican un tiempo cifrado desde coordenadas sincrónicas

Si pudiéramos medir tales sincronías de nuestro pensamiento, cuál sería la unidad de medida que tendríamos que ocupar. ¿Sería algo parecido al aire, al vapor, al calor, al agua? ¿sería un rayo, un trueno o un temblor? ¿Seríamos tormenta o la brisa de un cálido día de sol? ¿Cuál es la nube a través de la cual logramos observar las mutaciones leves con que nuestras experiencias van dotando de relatos nuestra historia de vida? O quizá lo que estamos buscando es una proporción temporal de medida que pueda ser observada en una escala de líquidos a sólidos. Un etéreo habitar. ¿Cuál es ese resquicio de la materia que marca la frontera entre sus componentes? Frontera similar a la fractura que denota el sitio de toda hermeneútica posible. Ese lugar en el cual habita nuestro pensamiento y se guarda el misterio de nuestro cerebro.


Y tú... ¿piensas a colores o en blanco y negro?



Un abrazo de nube queridas tortugas...

¿cómo saber si es verdad?

Como nube de tormenta llegan las dudas que albergan los caparazones de tortuga cuyas certezas se evaporan.

Cada tortuga habita, al menos, una tristeza, una gran dicha, una sonrisa, una lágrima, un amor, un odio, un agradecimiento, un rencor, un secreto, una verdad, un hábito ético, una sana costumbre, una perversión, una virtud, una creencia, una palabra propia, un sueño, una meta, una realización, un fracaso, una fantasía, una realidad, un poema, una canción, un grito, un enojo, una amistad, una desavenencia, una fobia, una gallardía, un temor, un vicio, un imposible, un recuerdo, una vergüenza, un orgullo, un acto generoso, un deseo, un gesto egoísta, un mal humor, un buen ánimo, una esperanza, una decepción, un designio, un don, un defecto, una mentira, una agresión, un abuso, una responsabilidad, un deber, una obligación, un descanso, un delirio, una duda, una certeza y un espacio de paz.

Y cuando dos tortugas enamoradas se encuentran, todo lo que era uno se vuelve dos. El inmenso infinito de combinaciones posibles hace de toda historia de amor algo único e irrepetible. Quizá de ahí que existan tantos relatos, películas, poemas, novelas que tratan de atrapar tales sincronías como un evento que podemos controlar y reiterar de acuerdo con nuestro deseo. Lo cierto es que tal deseo, el aliento amoroso, es completamente libre y aleatorio. Y sumar dos voluntades en tal esfuerzo es una tarea casi titánica, un compromiso ineludible, una entrega generosa. Por eso, la magia de esta duplicidad esconde secretos que solo cada pareja conoce en el seno más profundo de su intimidad. Y, a veces, nuestro sueño nos arroja lejos y nos niega ser capaces de ser dos.

En lugar de confianza se siembra el recelo y la duda. En vez de verdades, nos sumergimos en simulacros. Sin lograr comunicarnos, sin sentir la caricia que anhelamos, un extraño aparece ante nosotros y nos cuesta distinguir quién es la persona con quien no logramos congeniar. Ese desconocido que evade nuestra mirada, oculta secretos y esconde la vida que vive a pleno sol de día y ante los ojos de todos las miradas. Esa persona que nunca nos invita a su casa y que siempre que nos visita nos recuerda que no somos parte de su vida. Un sueño itinerante. Una fantasía no correspondida. Un fantasma. El tenue suspiro de una amistad entre líneas y llena de restricciones. Una puerta cerrada. Un mundo que jamás podremos explorar. Una vida otra que nos quita todo lo que somos y nunca vuelve cuando lo estamos esperando. El inmenso vacío de alguien que pasa por nuestra vida como si no existiéramos o como si lo que somos no tuviese valor alguno. Un nombre sin rostro, un rostro sin historia. Un espacio en el cual no hay nada que cosechar, que no nos da tiempo para sembrar. Una entrega a medias, sin compromiso. El amor no puede habitar tales lugares precarios y lejanos. El amor necesita dos voluntades. Dos espacios vitales que se abren por completo a la posibilidad de ser un corazón compuesto por dos almas de tortuga.

Si esa persona que amas... siempre está lejos, quizá sea porque ella no te ama a ti. 


Y tú... ¿cómo sabes si tu sueño de amor es correspondido?



FELIZ SEPTIEMBRE