jueves, 16 de octubre de 2014

En una época de la prehistoria, existía un monstruo de dos rostros que habitaba errante de caverna en caverna. La mitad de su rostro era un ángel color canela, con ojos de miel, labios suaves y una sonrisa libre. La otra mitad era un demonio color ceniza, con ojos de odio, labios fruncidos y dientes apretados. El ángel cantaba hermosas melodías y su mirada brillaba transparente cada vez que su voz tierna pronunciaba alguna palabra. El demonio susurraba odio y bajaba la mirada como si se escondiera tras alguna máscara. Este ser hecho de fuego, había sido condenado desde el momento de su natalidad. Lo ataban cadenas ancestrales y su corazón había sido raptado por el zarpazo feroz del engaño. Desde entonces, se le había privado de hablar con sinceridad y la verdad era imperceptible ante sí.

Llego el día en que raptó un alma feliz. Como no podía saber quién era en realidad este ser bello que apareció ante los ojos del ángel, ni cómo había logrado el demonio esconder su rostro para lograr tal conquista, decidió encerrar el aliento de serenidad y bondad de su presa en una celda que ardía en llamas. De esta manera, el alma feliz no podría volver a sonreír y siempre le pertenecería. Y cada noche hacía un conjuro de mentiras para someter su voluntad, las cuales disfrazaba de falsas ilusiones. Era una tortura continua. El monstruo jugaba con la mente del alma feliz haciéndole creer que se cumplirían sus sueños, retando su paciencia, inventando códigos secretos, influenciando sus recuerdos, reprimiendo sus emociones, acallando su voz, ridiculizando su ternura, indagando su pasado, manipulando sus afectos e inventando pretextos. A la vez que convencía al alma feliz de que le entregara su alegría, renunciara a su belleza y vulgarizara su deseo. Como parte de poder dominar la plenitud con que esta alma vivía su libertad, el gozo de su cuerpo, la espontaneidad de su palabra, la convicción en sus verdades, su esperanza, su pureza y todos los logros que había construido hasta antes de ser raptada ante los ojos del monstruo de las cavernas.

Al principio era el ángel quien le hablaba, solo con música la acariciaba, el roce de sus manos era como un viento tierno y suave incapaz de lastimarla, su voz mágica despertaba en el alma feliz la certeza de todos sus sueños cumplidos. Con el tiempo, tales melodías devinieron artilugios para someterla una y otra vez. Sus manos lastimaban su piel, sus palabras la humillaban y de los cabellos la arrastraba a disposición de su placer, rasgando uno a uno los destellos de su luz. Luz que robaba para iluminar las oscuras tinieblas de sus guaridas, a costa de la tristeza de la cual alimentaba a esta alma en encierro. Manteniéndola viva gracias a engaños sistemáticos, premeditados, diseñados a modo de coreografía, ensayados como un perfecto guión puesto en escena. Gracias a su habilidad para usarla a su antojo y complacencia. Sin comprender nunca quién era este ser que Dios había puesto ante sí. Incapaz de descubrir el encanto del destino que dio luz al ángel que lo habita, conformándose con el demonio, esclavo de su cobardía. Matando incluso sus ojos de miel, renunciando a su sonrisa libre. Conformándose con el gesto retorcido de quien no distingue con claridad la sabia diferencia entre el bien y el mal, de quien no conoce la humilde interrogante que nos abre las puertas de la verdad.

Los años pasaban y los restos del alma feliz ardían mutilados por la ferocidad del calvario en el que se encontraba atrapada. Corrompida y extrañada de sí, tampoco podía distinguir más la sinceridad ni los buenos sentimientos que la habían constituido antes de caer en este engaño. Y le rogaba una y otra vez al demonio que la había condenado junto con él: "por favor, por favor... no me lastimes más"... suplicaba "por favor, por favor...sé honesto conmigo"... "por favor...no destruyas más mi bondad y mi serenidad". Pero sordo y arrogante, con displicencia e indiferencia, él solo miraba el reloj. Pues gracias al control que tenía sobre el tiempo es que lograba mantener vivo el fuego que cercenaba el bello regalo de vida que le fue entregado con total gratuidad. Una bendición que, como todas las bondades, había llegado a sus manos simplemente por la gracia de la generosidad, con el designio del amor verdadero, con la sorpresa de la felicidad.

Una noche de luna llena, un terremoto cimbró la tierra hasta sus cimientos. El fuego se apagó por completo. Lluvia y viento enfurecidos liberaron las cenizas del alma bella. Y de ellas renació un ángel esplendoroso y vigoroso que solo quería alejarse de su presencia. El monstruo gritaba "¡NO!" "¿Por qué me haces esto?... "Yo fui bueno contigo, te mantuve con vida." "Yo solo quería estar seguro de que en verdad eras un alma feliz." "Yo solo estaba disipando mis dudas sobre ti." "Yo quise conservarte." "Trataba de entenderte." "¿Quién eres tú... dime... quién eres tu?"

- "Yo... yo soy tu alma feliz... solo debías entregarte... alegrarte... llenarte de valor para dejar que venciera el ángel... renunciar al monstruo... salir de las tinieblas... Yo soy tú. Soy el alma que nació para regalarte el arte del buen amor, la felicidad, la llave de tus sueños cumplidos. Yo era para ti. Pero tú me dejaste arder en el infierno porque solo te aprovechaste del reflejo de mi luz, sin saber que no se puede brillar ni descubrir la verdad cuando te niegas a amar sin miedo, con sinceridad y serenidad. Nunca descubriste mi rostro, porque nunca estuviste dispuesto a renunciar al tuyo. Es como si no nos hubiéramos encontrado, como si yo no hubiera existido, por eso me volví cenizas... olvidaste detenerte y mirarme con el corazón. Olvidaste ver dentro de ti. Y el demonio devoró todo lo que guardabas dentro tuyo, convenciéndote de que el ángel que nació para ti lleva el designio de la condena y no la dulzura de tu miel. Las respuestas de nuestra libertad siempre estuvieron en ti. Pero tú preferiste hacerme tu esclava. Y un alma feliz no puede vivir torturada bajo el ritmo de un reloj. Si tan solo pudieras escucharme...habrías descifrado nuestra verdad."

Así... se desvaneció el demonio de la condena, murió el monstruo y renacieron dos ángeles que quizá no vuelvan a encontrarse. Uno recuperó su alma feliz y su vida le fue devuelta entera... el otro duerme sin alma arrullado por sus falsas promesas pues no encuentra el valor dentro de sí para cumplirlas, teme vivir sus sueños cumplidos, se aferra a las certezas de aquel monstruo que un día fue, se niega a renunciar a la condena de su natalidad y prefiere vivir bajo la sombra del zarpazo del engaño. Por eso dejó ir de sí a su alma feliz. Por eso dejó morir dentro sí su amor.



Y tú... ¿eres ángel dormido o habitas la vida de tu alma feliz?






Felices sueños cumplidos
queridas tortugas.
No olviden conservar su alma feliz.
No sacrifiquen a su verdadero amor.
Encuentren siempre el valor 
para vivir las bendiciones de su destino.
Para cada uno de nuestros caparazones
existe el corazón que nos corresponde.
Dejen que su ángel triunfe sobre su demonio.
Permitan que la luz de la verdad 
nazca dentro suyo.
Iluminen sus caminos 
con el aliento de la bondad y la serenidad
... 
ése que nace de la entrega compartida.



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