viernes, 3 de octubre de 2014

derechos humanos... abusos y responsabilidades para Peña Nieto

Es innegable el descontento que me despiertan las recientes noticias sobre el abuso de la fuerza pública por parte del Estado Mexicano. Las investigaciones en curso requieren dar respuesta pronta y expedita para rendir cuentas de tales actos, acompañadas de las medidas correspondientes y trabajar con mayor esfuerzo en que tales tipos de actos no se repitan y se constituyan, como se ha expresado, en situaciones de excepción. En los hechos y no solo en el imaginario discursivo del poder.

No es tarea sencilla. No por ello deben acallarse las voces inconformes que claman por justicia y por el respecto irrestricto de los derechos humanos y del estado de derecho. La gobernabilidad implica tener control sobre tales riesgos, por ello la responsabilidad es compartida y no basta con señalar a los prepretadores directos. Tampoco es suficiente la comprensión de tales violencias dados otros factores de la criminalidad operante y vigente. 

La visibilización de tales actos, sin censura, es una fortaleza no solo para la sociedad civil sino para las instituciones gubernamentales que procuran fines contrarios a tales abusos. No se puede ser débil, ni ambiguo frente a estos hechos. Mucho menos complacientes con nuestras autoridades. Esperamos un rigor impecable. En donde la Comisión Nacional de Derechos Humanos no puede quedarse atrás, ni satisfacerse con la aceptación de las recomendaciones por parte del Gobierno Federal, ni con la relativa disminución de quejas recibidas. 

La disminución en el número de quejas que la CNDH recibe no implica una mejora significativa, es un indicador relativo y sesgado por el hecho de que lo que mide el número de violaciones ejecutadas no es la probabilidad de que se haga una queja respectiva por cada una de ellas, sino el acontecer mismo de tales hechos. Así como, una queja puede remitir a más de una violación y puede llamar la vista sobre situaciones estructurales que no cuentan como una violación aislada, sino como un conjunto de violaciones e incluyen a más de una víctima, incluso, a grupos poblaciones amplios. El número de quejas tampoco revela la gravedad de la situación que se denuncia. Sí es un parámetro estadístico importante, pero no una cifra dura. Por otra parte, temas invisibilizados, como lo siguen siendo las violaciones a los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, pueden tener una baja incidencia en el número de quejas y ser un problema mayor que temas con mayor visibilización ante la CNDH como lo puede ser el uso de la fuerza pública o el acceso a la justicia.

En cuanto a la aceptación de las recomendaciones, si bien, sí es un acto de buena fe que da cuenta de una política de Estado comprometida con el ejercicio de los derechos humanos, no es un indicador del cumplimiento de tales recomendaciones, del impacto de tal cumplimiento, como tampoco del rigor con que tales documentos fueron emitidos, en cuanto al nivel de exigencia en las medidas de reparación del daño y en las garantías de no repetición. Es solo el primer paso. El piso mínimo de un diálogo virtuoso entre la CNDH y el Gobierno Federal. 

Por lo que nos enfrentamos ante un trabajo arduo en el cual no caben simulaciones. Confiamos en que el nuevo Ombudsman podrá dar una mejor cara para tales propósitos. Refrendamos nuestro espíritu de esperanza y conciliación para erradicar de nuestros ámbitos de convivencia social las violaciones a los derechos humanos. Es tiempo de medidas que remuevan, desde sus cimientos, la impunidad de que gozan las violaciones de derechos humanos en nuestro país.



Y tú... ¿renuncias a la impunidad?


Feliz fin de semana, tortugas defensoras.


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