lunes, 23 de mayo de 2011

responsabilidades

de amor...

El viaje de Cúpido nos rapta en cada latido, imperceptible compañía que despierta del ayer ante el rostro de la verdad.

El amor encierra misterios inimaginables que sólo el fuero interno del tiempo de tu alma logra descifrar.

Me pregunto en qué momento uno descubre que ha encontrado una verdadera pareja de vida. Cómo saber si has hecho la elección correcta. Cómo reconocer la música de tu destino en medio del barullo de la cotidianidad. Cómo conservar el abrazo de un buen amor. Cómo despedirte de las sombras del ayer. Cómo perdonar, cómo pedir perdón, cómo resarcirte de tus propios errores. Cómo darle la cara a las decisiones de amor que han forjado tu camino. Cuándo llega el día de partir. Cuándo vuelves a respirar entero. Cuándo estás listo para volver amar. Por qué el amor no siempre dura toda la vida. Por qué no todos los amores son capaces de acompañarnos. Por qué renunciamos a la dicha cuando la tenemos en nuestras manos y por qué añoramos lo que nunca fue.

Llevo años convencida de que los amores trágicos son falsos amores, que una pareja no se escoge con la cabeza sino con el corazón, y que la única certeza de amor es el latir que nos atropella cuando sentimos los ojos de la persona que cifra nuestra alma.

Sin embargo, se acercan mis 38 años y debo confesar que quizá no sé lo que es amar. Y tampoco sé si he amado. Es difícil confesarme a mí misma que debo estar equivocada acerca de lo que es el amor. Porque una y otra vez toco a la misma puerta, cambian los rostros y, sin ser yo la misma, la respuesta sigue intacta y siempre es no. A pesar de mí, de estar convencida de que es mi tiempo, de que encontré al ser destinado para mí y de sentir que despierto al amor como si fuera la primera vez. Nada de esto importa, porque al final del día, no me han elegido a mí. Y me pregunto ... será que es tiempo de amar con la cabeza, anteponer egoístas restricciones con la pretensión de la fuerza del dominio y, así, elegir un compañero como si fuera día mercado o subasta.

Mi corazón está herido porque se resiste a ponerle precio al amor, pero mi alma está rota de que le digan que no vale lo suficiente para ser amada. Porque soy una bella tortuga que alberga vida plena en su caparazón y sé, sin necesidad de prepotencia ni alarde, que mi valor está cifrado más allá, incluso, de mi propia voluntad. Por eso bajo la guardia. Y dejé hace muchas vidas de pelear por lo que de suyo me es propio.

Dar es una enseñanza del carácter, entregarte es una bendición de las estrellas. Cuando pierdes el miedo de disolverte con el cielo, incluso tu carácter se diluye, y esto te hace casi imperceptible ante los ojos de tu ser amado; porque estamos acostumbrados a aferranos con orgullo a las apariencias, perdiéndonos en los accidentes de la perfección.

Cada vez que sin temor te disuelves en el amor, tu carácter se multiplica justo ahí donde parece que te perdiste por completo de ti. Sólo quien puede abrazar el lado débil de la verdad podrá gozar el rostro fuerte de la bondad. Pero quizá desde el punto ciego de mi ser, para quienes están del otro lado de mi mirada, es más fácil derrotarme y renunciarme, ya que pocos somos quienes estamos dispuestos a morir a nosotros mismos y renacer.

El mundo será un lugar más feliz cuando no temamos morir, ante la aparencia, para poseer la verdad. La caverna sigue atando con cadenas el rumbo de la humanidad y la luz sigue siendo demasiado brillante para la mezquindad de nuestros corazones.

Cómo resolver este misterio que ata mi vida a un tenue desamparo de sí misma... si no está en mis manos que el hombre que amo me quiera tal y como soy, e insiste en amoldarme a un estereotipo que me quiebra y me violenta, yo no puedo adueñarme de su libertad y convencerlo como si no fuera un ser capaz de ser dueño de sí, no puedo exigirle lo que no ha descubierto que puede darme. Cómo puedo pelear por un corazón que no encontró el valor en su alma para abrazarme con respeto y congruencia.  El respeto no se impone, el respeto se da y es un acto ético por definición. Respetar a otro ser nos humaniza gracias a la convicción de que somos capaces de vivir sin dañarnos los unos a los otro; sin ninguna obligación de por medio.

Cómo puedo reprocharle a los demás ... si soy yo quien insiste en vivir enamorada, sin simulacros, sin mentiras, sin deudas, sin culpas, y crecer con raíces sólidas, fuertes y definitivas. Descubro que debo hacerme responsable de la persona que elegí ser y comprender que en la lotería infinita del universo quizá nadie eliga ser para mí, sin lamentarme por ello.

Confieso que soy la única responsable de no saber cumplir mi sueño de amor. Y al cabo de este ciclo de vida, mi mayor revelación es que debo aprender a amar de otra manera, no confiar más en mis instintos, no apostar más la vida entera, no dejarme acariciar sin antes saber negociar, sin antes saber vender y comprar los términos de la relación que quiero construir, pues hoy descubro que es de mentiras que se construyen las largas historias de amor y que, paradójicamente, amor y verdad se descubren irreconciliables ante mis ojos ... A menos ... que esté dispuesta a aceptar que puedo ser la única compañera de mí misma, fiel a mi deseo y honesta con mi propio ser ... a menos .. que no esté dispuesta a vivir el amor sin verdad... 

Sé que el amor es tan mágico y misterioso que, cuando el día sea el correcto, sabrá sorprenderme de nuevo y regalarme una propia verdad compartida. Hasta entonces, el tiempo sabrá sanar el desencanto de no ser amada -una vez más- y Dios me ayudará a hacer de esta tristeza destino, crecimiento y aprendizaje (para descubrir, en esta prueba de amor, las hermosas lecciones que él con generosidad guardó). Por eso, no me concedo perder la fe en la luz amorosa del corazón y en que hay un compañero para mí, porque todos nacemos para ser felices y no hay voluntad que pueda negarnos el amar y sonreír.


Y tú ... ¿ya encontraste el ser de tu destino?




viernes, 20 de mayo de 2011

la otra familia

Esta semana, a próposito del día mundial contra la homofobia, asistí a una presentación sobre la película La otra familia y a una mesa redonda que hubo al terminar la proyección. En ese momento, no quise agotar esfuerzos con algunas de las dudas y comentarios que me suscitó la cinta. En especial, porque no quise cuestionar un espacio que de suyo ha trabajado duro para existir. Así que preferí guardar mi reflexión personal para este espacio de tortuga en el que me gusta compartirme.

Me cuesta decidir si empezar por las virtudes o por los defectos, pues no quisiera ser injusta con sus realizadores ni con el buen trabajo actoral del elenco. 

Así que lo pondré de esta manera ... considero que la película es muy buena, sin embargo, confieso que no me gustó.

Lo bueno:
La actuación de la madre drogadicta, definitivamente, es una estupenda y conmovedora representación (nuevamente, muchas felicidades). El desenvolvimiento de la relación homosexual de los dos protagonistas principales, también, es extraordinario, con suavidad y naturalidad las escenas de pareja en todas las facetas de su relación generan un espacio de armonía alrededor de sus vidas y, más importante aún, alrededor del falso tabú que constriñe, en los imaginarios sociales, a una relación entre personas del mismo sexo. La posibilidad de vanguardia para una fertilización in vitro al margen de todo orden conocido, ensalza en mucho la trama. La contundencia del mensaje de que todas las familias son igualmente posibles y valiosas, como igualmente valiosos somos todos los seres humanos, precisamente por ser diferentes. Así como, el valor de la diferencia como una esencia de la personalidad libremente elegida, en concordancia con el ser que en realidad somos cada uno de nosotros. Son, a mi juicio, las mejores virtudes de esta producción, cuya trama no se pierde ni interrumpe por un momento y conmueve con energía al espectador.

Lo malo:
El exceso de violencia, ésta, en la mayoría de los casos, totalmente innecesaria. Si bien, cinematográficamente las escenas de violencia no se salen de las manos del Director, lo cual es un gran logro; el punto es: ¿era necesario violentar al espectador de esa manera? Yo creo que no, y, en este sentido, menciono de una vez el segundo defecto que me interesa señalar, a saber, el exceso de estereotipos, algunos ridiculizados, otros clásicos pero rayando con el anacronismo cultural y la mayoría nutridos de una misoginia preocupante. 

En ambos casos, me viene una y otra vez la pregunta sobre ¿por qué el cine mexicano insiste en instaurar todo el significado de nuestra cultura en la decadencia, en la violencia sexual y de género o en el abuso estructural? ¿Es que no tenemos ningún otro referente para cifrar nuestra identidad?  Irremediablemente, las historias de nuestros cineastas subliman las perversiones humanas como un deleite artístico que, confieso, jamás he podido apreciar estéticamente sin sentir un malestar estomacal.

Pero dejando de lado esto, que puede ser una valoración en exceso subjetiva, me concentro en lo que en realidad me preocupa de esta violencia injustificada que rebasa la historia misma de la película, así como en la veta misógina que la acompaña. Es decir, de acuerdo con esta propuesta, las personas heterosexuales no se salvan en ningún caso y las mujeres tampoco llegan a ocupar un lugar igualmente digno al que ocupan nuestros personajes principales. Incluso el planteamiento de la pareja de mujeres lesbianas está atravesado por el dominio, los celos y cierto grado de inutilidad y falta de compromiso, no se les concede un "final feliz" y sobre ellas recae el juicio homosexual de que no tienen el mismo grado moral, en el marco de las opciones de concepción asistida versus la adopción de un niño (o niña) nacido naturalmente. Lo cual sí me parece grave, preocupante y ofensivo. 

¿Era necesario esto para hacer evidente, ante los juicios retrógadas que todavía censuran la homosexualidad, que la heterosexualidad no es garantía de una vida digna y felizmente compartida? ¿a qué obedece esta necesidad de condenar las relaciones heterosexuales a la violencia y la patología? ¿por qué no podemos reconocer a las mujeres dignas sólo por el hecho de ser seres humanos? ¿acaso el tipo de atracción sexual de cada persona le da un valor agregado a su vida? ¿una relación homosexual es mejor que una relación heterosexual?

Creo que el mensaje es erróneo. También estoy convencida de que se justifica y no es gratuita esta interpelación recalcitrante de la heterosexualidad en defensa de los hombres homosexuales, sin embargo, tarde o temprano debemos reconciliar como igualmente dignas todas las relaciones de pareja, ya que los planteamientos maniqueos que intentan contravenir los actos de discriminación recaen en los mismos fundamentalismos que denuncian.

Y lo que sí es materia de análisis profundo es la deteriorada imagen de la mujer, que impera en la trama, en donde, parece ser que hombres heterosexuales y homosexuales comulgan de la misma manera.


Y tú ... ¿qué familia prefieres?


Buen fin de semana mis mágicas tortugas.




jueves, 19 de mayo de 2011

carta al presidente de México

Felipe Calderón Hinojosa
Presidente de los Estados Unidos Mexicanos
Presente.



Estimado Presidente:


Hace tiempo que quiero dirigirme a usted, la razón de esta misiva es exhortarlo a que recapacite en torno a sus objetivos. Para ello, lo invito a visitar las páginas de la historia de la humanidad, si bien en ella se exaltan las guerras y sus páginas se adornan de los episodios épicos sobre el triunfo del bien sobre el mal, y se justifican todo tipo de estrategias y daños colaterales en aras del bien común. Los tiempos han cambiado. Los seres humanos hemos crecido a lo largo de los siglos y hoy sabemos cosas que antes ignorábamos, por lo cual, defender la guerra, en cualquiera de sus formas, con cualquier argumento, a la luz de nuestra era es un síntoma ineludible de barbarie y cobardía. La ética hoy nos enseña que el fin no justifica los medios y que los seres humanos no podemos ser usados como tales.

Por ejemplo, hubo un tiempo en que se creía que los seres humanos no éramos iguales en dignidad, había esclavos y guerreros quienes eran propiedad de alguien más y estaban destinados a pelear las batallas como súbditos, cuyas vidas eran sacrificables para garantizar la vida de reyes y reinas. Incluso en la época de la Grecia Clásica, se creía que sólo algunos eran los hombres libres, con derecho a educarse y participar de la polis y de la democracia. Otrora, sólo los dignos aprendían a leer y escribir, las sagradas escrituras guardaban secretos para ser conocidos, únicamente, por las élites eclesiásticas y el conocimiento era cosa sólo de hombres y no de mujeres. También, en otros siglos, quien era dueño de la tierra poseía a los siervos que la trabajaban, quienes no recibían ninguna regalía de las ganancias de su arado, salvo techo precario y escaso alimento. Así como, hubo un tiempo en que pueblos y territorios se conquistaban como objetos que pasaban a ser propiedad de quien los encontraba, sólo porque sí.

En esas épocas, se pensaba que con sangre y violencia podíamos crecer hacia la consolidación de una cultura mejor en la que todos gozáramos de los mismos derechos. Y sin ir muy lejos, apenas el siglo pasado, durante la segunda guerra mundial hubo millones de seres humanos que fueron tratados como objetos, perseguidos, encerrados, violentados y murieron en campos de concentración a manos de los ideales de una raza pura que se fundamentaban en la ignorancia sobre lo que la vida humana vale y representa.

Hoy sabemos que todos somos iguales en dignidad y que contamos con prerrogativas sólo por el hecho de ser humanos. Hoy sabemos que los abusos del poder no pueden justificarse en tanto todos nos debemos el mismo respeto y somos igualmente valiosos. Y que nadie puede tomar nuestra vida como un objeto a su disposición. Por lo que, cuando usted recibió la encomienda de representarnos y gobernar para nosotros, no era su voluntad la que debía arrasar por encima de todas las demás, sino, la voluntad de todas nuestras voces.

En el marco de un Estado Democrático de Derecho, no es justo ni correcto que haya tomado una decisión de tal enverjadura sin el aval de nuestra autonomía y sin el acuerdo de toda la clase política que nos representa y trabaja para garantizar nuestro bienestar; escudado en una fracción menor de nuestros dirigentes. Las y los ciudadanos debimos ser consultados al respecto, en definitiva, el déficit de esta guerra será pagado con nuestro propio bienestar y con nuestra propia vida.

Durante su campaña, yo no recuerdo que haya mencionado que militarizaría el país. Al cabo de estos años, el saldo de muertes crece y a cambio no hemos recibido ningún beneficio, al contrario, la incertidumbre, el miedo y la injusticia se reproducen aceleradamente. Los tejidos sociales se desintegran y el respeto conciudadano se trasmuta en la ley del más fuerte, con fuego se dirimen las diferencias y con intransigencia transitamos a un Estado de barbarie y de excepción, sin que nadie rinda cuentas al respecto. La solidaridad se diluye ante el hambre de vida, de educación, de paz, de alimento y salud.

El problema de esta guerra suya que ha hecho nuestra a fuerza de soldados, fosas y miles de humanos muertos, es que ha desencadenado una ola de violencia que ningún Tsunami podría aventajar. Y de pronto, en el silencio y la calma, el mar se recoge a sus adentros para luego devorarnos con la furia de su naturaleza. El hambre, el desempleo, las necesidades básicas que pierden sentido y se resquebrajan, todo el dinero que en vez de invertirse en hacer cultura, estamos invirtiendo en matarnos los unos a los otros, la falta de certezas para el futuro y el no tener nada que perder, han dejado en el desamparo cualquier proyecto de nación que pueda trascender la furia de las armas para conciliar una tregua que con justicia abra nuevos caminos.

La violencia es una senda de una sola vía que crece y crece, cuyo único destino es el exterminio. A diferencia de los animales no humanos (quienes son incapaces de nuestra crueldad ni son tan cruentos como nosotros), nosotros no sobrevivimos bajo la ley de la selva, nuestra fragilidad nos obliga a hacer cultura, generar pactos, dialogar y crear arte, de tal suerte que podamos compartir las adversidades de la sobrevivencia sin sucumbir devorándonos los unos a los otros y éste es el camino que nos hace verdaderamente fuertes y valientes.

¿Por qué nos incita a renunciar a nuestra humanidad y se conforma con fomentar al ser descarnado que nace del miedo y de nuestra debilidad: aquel que sólo mata sin preguntar porque ignora que otras formas de vida son posibles? Cuando, en medio de nuestras desventajas naturales, contamos con todas las formas de sublimación que logran sembrar amor ahí donde nace el odio para alcanzar con perdón y comprensión una vida digna e igual para todos.

Usted una vez dijo que cuando estaba en sus misiones recorriendo comunidades de nuestro México, había descubierto que la política era el instrumento para traer el reino de Dios a la Tierra. Quizá usted conoce un Dios del cual ignoro, al cual le complazcan sus actos y quien perdone las deudas impagables que ha adquirido con la familia humana y ante la ley nacional e internacional de nuestra era, pero el Dios en el que yo creo tiene un solo reino y es el del amor, no el de la guerra.

Usted no puede pretender transitar impune por encima de nuestras vidas, privarnos de nuestros proyectos, del desarrollo por el que trabajamos y con esfuerzo cada día construimos, sólo porque quizá ha olvidado que la arrogancia del poder lo único que engendra es dolor, odio e injusticias.

Todavía estamos a tiempo de construir, tiene que haber otra solución. Miremos dentro de nosotros mismos y creemos una alternativa para nuestro territorio, cosechemos paz antes de que muramos todos. Pues si seguimos por el camino que usted ha trazado no volveremos a ver amanecer.


Mariana Lojo.



Y tú ... ¿qué opinas de esta guerra?


Reciban un abrazo de paz lleno de magia de tortuga.







miércoles, 18 de mayo de 2011

la voluntad es azúcar

El temperamento se reconoce como ese componente del carácter que te es dado por la propia naturaleza de tu ser. El carácter, en cambio, nos remite al modo de ser que forjamos durante nuestro crecimiento. Al temperamento se asocian los humores y la bilis, al carácter se le atribuyen las virtudes y los vicios. 

Los hábitos de la voluntad resultan una mezcla de lo que queremos llevar a cabo en referencia con lo que valoramos. Y para consecución de estos fines, el carácter y el temperamento se armonizan. De otro modo, entra en contradicción nuestro deseo y en nuestro interior se debaten realidades contrapuestas entre lo que valoramos y lo que queremos, de tal suerte que, en nuestro actuar, nos volvemos erráticos e incongruentes; al grado de ver disuelto nuestro ser en una formalidad ideal, en la cual no nos identificamos.

La importancia de nuestro existir se reduce a la identidad que forjamos con nuestros actos cada día. El ser que nos da nombre y, sobre todo, el modo de ser que nos hace quienes somos, de manera inconfundible e incluso con rebeldía ante la imagen que quisiéramos reflejar. En este sentido, es fundamental señalar que, en el ámbito de lo real, es decir, en el límite de nuestra interpretación, son los hechos los que cuentan.

Sin embargo, del dicho al hecho siempre hay un trecho, así como de buenas intenciones está lleno el camino hacia el Señor. Ya que, en la mayoría de los casos, no es suficiente nuestra voluntad para hacer nuestros sueños realidad.

El proceso de llevar a cabo nuestra voluntad en concordancia con el acto libre y autónomo que la hace posible es un sendero de esfuerzo ético cuya única brújula es el conocimiento de sí (diría Delfos a Sócrates... siglos atrás).

En el ejercicio de escudriñarnos a nosotros mismos, hay muchos temores y retos, al mismo tiempo, conforme vamos confrontando el origen de nuestros miedos y cumpliendo las metas en nuestra propia metáfora, descubrimos mucho más de lo que algún día llegamos a imaginar. Los placeres de la vida se desnudan ante nuestros sentidos como si nunca antes hubiésemos sentido. Es un renacer generoso desde nuestra esencia, es un baile de mar y el deleite de la silenciosa y calma paz interior ... Esa impronunciable certeza que hechiza por un instante tu razón.

Sin embargo, los caprichos de nuestra voluntad entrelazados con el azúcar que marca el ritmo de nuestro cuerpo, en ocasiones, trancan el libre fluir de nuestro deseo llevándonos cada noche al río seco de la frutración que no logra lo que sabe es capaz de llevar a cabo. Ese vaivén en la glucosa que altera nuestros neurotransmisores, ese humor negro que nos traslada a las dimensiones paralelas del horror y de la cruda verdad en su faceta más gris, ese foco que se apaga en nuestro cerebro y nos impide rescatar el lado bueno de todas cosas, reconciliar las diferencias, reír y en sintonía disentir. El punto ciego de nuestra asertividad: el tiempo muerto del ayer en nuestra conciencia que se cifra aceleradamente siendo inaprehensible o tan lento que es impronunciable.

Todos libramos cada día una batalla con la composición de nuestro metabolismo, de ahí que sólo el conocimiento de nosotros mismos nos puede dar la pauta para ser autónomos, en donde, trastocar los límites de nuestra voluntad a velocidades constantes o gozar el festejo de nuestras libertades a velocidades intermitentes y complejas es sólo el ingrediente de nuestra identidad única y propia, ya que lo importante para no perdernos en el camino es armonizar todas estas frecuencias con referencia a lo posible y al juicio de valor que elegimos como nuestro propio horizonte de significado válido.

Y la locura es ... simplemente ... una descomposición temporal de alguna de estas sinergias fisiológicas en donde quedamos atrapados en un otro ser que el que nos identifica.


Y tú... ¿conoces la velocidad de tu voluntad?


Al fin... concluyo mis tortugas mágicas... buena semana.